lunes, 2 de mayo de 2011

Dos reglamentos.

¿Alguna vez te sentiste abrumado por los reglamentos y las expectativas? Imagina cómo se habrá sentido el pueblo judío cuando trataba de cumplir más de 600 reglas del Antiguo Testamento y muchas otras que le habían impuesto los líderes religiosos de aquella época. Imagina también su sorpresa cuando Jesús simplificó la búsqueda de la rectitud al reducir la lista a solo dos cosas: «Amarás al Señor tu Dios» (Mateo 22:37) y «amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. 39).
En esencia, Jesús nos está diciendo que Dios sabe cómo lo amamos a Él por la forma en que tratamos a las demás personas. A todas ellas. Seamos realistas: amar a nuestro prójimo puede ser un desafío. Pero, cuando lo hacemos para expresar nuestro amor a Dios, damos rienda suelta a una motivación poderosa que ama sin importar si esa persona lo merece o no. Y cuando amamos a Dios y a nuestro prójimo, todo lo demás se ajusta también. Si amo a mi prójimo, no daré falso testimonio contra él, no codiciaré su riqueza ni a su esposa, ni tampoco le robaré. Amar a los demás en beneficio de la obra de Dios concede incluso la gracia y la fortaleza para perdonar a aquellos que nos han colmado de injusticias.
¿Hay alguien que hoy necesita ver el amor de Dios a través de ti? ¡Cuanto más desagradable sea la persona, más sentido tiene que declares la profundidad de tu amor a Dios!

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