viernes, 25 de febrero de 2011

Paz y reposo perfectos.

El salmista había visto «muchas angustias y males» (Salmo 71:20). No obstante, en el fondo de su mente abrigaba la idea de que Dios volvería a darle vida; que lo reviviría. Su planteamiento era el siguiente: «Tú, […], volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra [la tumba]. Aumentarás mi grandeza, y volverás a consolarme» (vv. 20-21). Si las angustias y los males no terminaban en esta vida, sin duda, acabarían en el cielo.
Este concepto —que algún día estaremos en la presencia de Dios y disfrutaremos de Él para siempre— corona muchos de los salmos y es una afirmación que ayuda a que desaparezcan las dificultades de la vida actual (ver Salmos 16, 17, 49, 73).
Quizá el Señor sea el único que conozca la angustia que has experimentado, pero no todo termina aquí. Un día, tu Padre aumentará tu grandeza: serás revestido de una gloria inefable. Él volverá a consolarte: Su presencia y Su amor te darán paz y reposo.
Richard Baxter escribe: «¡Oh, qué día bendito será cuando […] esté de pie en la orilla y mire hacia atrás, hacia los mares embravecidos que, a salvo, atravesé; cuando rememore mis angustias y tristezas, mis miedos y mis lágrimas, y me adueñe de la gloria que estaba al final de todo!».

Lo importante (24 de Febrero)

Hace varios años, un amigo mío visitó una exposición donde se exhibían restos del famoso y lamentable viaje del Titanic. A los asistentes, se les daba una réplica de un billete con el nombre real de un pasajero o de un tripulante que, décadas antes, se había embarcado en el viaje de su vida. Después de que el grupo recorrió la muestra, donde vieron piezas de vajilla de plata y otros artefactos, la visita terminó con un giro inolvidable.
En una pizarra grande, aparecían los nombres de todos los pasajeros, junto a la categoría en que viajaban: primera clase, segunda clase, tripulación. Cuando mi amigo buscó el nombre de la persona del boleto que él tenía, observó una raya a lo largo de la pizarra, que dividía los nombres. Encima de la línea se mencionaba a aquellos que se habían «salvado» y debajo, los «perdidos».
El paralelo con nuestra vida en esta tierra es profundo. En realidad, no importa para nada la categoría a la que perteneces en este mundo. Lo único que importa, en definitiva, es si has sido «salvado» o si estás «perdido». Como dijo Jesús: «Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?» (Mateo 16:26). Quizá ya has confiado en Cristo como tu Salvador, pero ¿qué sucede con tus compañeros de viaje? En vez de catalogarlos por cuestiones externas, háblales de su destino final.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Creación variada.

¿Alguna vez te has detenido a pensar en las características asombrosas que Dios puso en los animales que creó? Job sí; y el avestruz es uno de los más interesantes sobre los que escribió. A pesar de su aparente insensatez y sus excéntricas cualidades para la crianza, su descendencia sobrevive (39:13-16). Además, aunque pertenece a la familia de las aves, no vuela… pero puede ir más rápido que un caballo (v. 18).
Otra criatura notable es el escarabajo bombardero. Este insecto africano dispara dos elementos comunes desde dos reservorios que tiene atrás: peróxido de hidrógeno e hidroquinona. Separadas, estas sustancias son innocuas; juntas, enceguecen a los depredadores del escarabajo. ¡Una válvula especial, interna, mezcla los elementos químicos y le permite bombardear a su enemigo a una velocidad extraordinaria! Y este bichito puede girar su «cañón» para disparar en cualquier dirección.
¿A qué se debe que un avestruz bastante atolondrado sobreviva a pesar de su aparente incapacidad para cuidar su cría mientras que el escarabajo bombardero precisa una reacción química sofisticada para poder permanecer en la tierra? A las habilidades creativas de Dios, que no sabe de límites. «… él mandó, y fueron creados», nos dice el salmista (148:5). Desde el avestruz hasta el escarabajo, la obra creadora de Dios es evidente, para que todos la veamos. «Alaben el nombre de Jehová» (Salmo 148:13).

martes, 22 de febrero de 2011

Mayor compasión.

Conocí a mi esposa Marlene cuando estaba en la universidad. Yo me estaba especializando en tareas pastorales y ella estudiaba para obtener su título en educación en escuelas primarias. La primera vez que la vi trabajando con los niños, supe que tenía un talento natural para esa labor. Le encantaban los pequeños, y esto se hizo más evidente cuando nos casamos y tuvimos nuestros propios hijos. Verla con ellos era una lección de amor y aceptación incondicionales. Me quedó bien claro que no hay nada en el mundo que pueda compararse con el tierno amor y la compasión de una madre hacia su bebé recién nacido.
Esto es lo que hace tan notable el texto de Isaías 49:15. Aquí Dios le dice a Su pueblo que se sentía abandonado y olvidado (v. 14), que Su compasión era aun mayor que la de una madre: «¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti».
A veces, enfrentamos luchas en la vida y somos tentados a creer que el Señor se ha olvidado de nosotros. Incluso podemos llegar a creer que Él ya no nos ama. Pero el amor de Dios hacia nosotros es tan amplio como los brazos extendidos de Cristo en la cruz. Y la tierna compasión de nuestro Padre celestial es más confiable y duradera que el amor de una madre que cuida a su bebé. Consuélate con esta verdad: Su amor nunca falla.

lunes, 21 de febrero de 2011

Resolución.

En mayo de 1884, una joven pareja no se ponía de acuerdo sobre el segundo nombre que le pondrían a su hijo recién nacido. La mamá prefería Salomón; el papá, Shippe; ambos de familiares. Como John y Martha no coincidían, acordaron ponerle «S». Así, Harry S. Truman se convertiría en el único presidente de los Estados Unidos cuyo segundo nombre es una inicial.
Más de 120 años después, todavía se sabe sobre este conflicto, pero también, que llegaron a una solución razonable.
En el Nuevo Testamento, leemos sobre otro desacuerdo que trascendió en la historia. En este caso, fue entre dos misioneros cristianos: Pablo y Bernabé (Hechos 15). Bernabé quería llevar a Marcos con ellos en un viaje para visitar algunas iglesias a las que anteriormente habían ayudado (v. 37), pero Pablo no confiaba en él debido a un incidente previo (v. 38). El desacuerdo entre Pablo y Bernabé fue tan grave que cada uno se fue por su lado (v. 39).
Dos mil años más tarde, todavía leemos sobre esta discusión. Lo importante no es que ha trascendido en la historia, sino que no dejó daños permanentes en esa relación. Aparentemente, Pablo se reconcilió con Bernabé, y, en sus últimos días, le pidió a Marcos que se quedara con él, diciendo: «… porque me es útil para el ministerio» (2 Timoteo 4:11).
Discusiones hay, pero debemos asegurarnos de solucionarlas. Los rencores son cargas demasiado pesadas para llevar.

¿Quién es el público? (20 de Febrero 2011)

Yo solía pensar que el culto en la iglesia era un tiempo de esparcimiento. Hablando de gente como yo, Sören Kierkegaarg decía que somos proclives a considerar la iglesia como una especie de teatro: Nos sentamos en el auditorio y observamos con atención a los actores en el escenario. Si nos entretienen bastante, mostramos nuestra gratitud con un aplauso. Sin embargo, la iglesia debería ser lo opuesto a un teatro: Dios es el público que recibe nuestra adoración.
Lo más importante tiene lugar dentro del corazón de la congregación, no en el púlpito.
No deberíamos irnos de una reunión de adoración preguntándonos ¿qué recibí?, sino, mejor dicho, ¿le agradó a Dios lo que pasó?
El Señor se ocupó de darles detalles específicos a los israelitas sobre los sacrificios de animales para la adoración. Sin embargo, les dijo que no necesitaba esos animales: «No tomaré de tu casa becerros, ni machos cabríos de tus apriscos. Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados» (Salmo 50:9-10). Lo que Él quería de ellos era la alabanza y la obediencia (v. 23).
Al concentrarnos en las manifestaciones externas de la adoración, nosotros también nos equivocamos: Al Señor le interesa el sacrificio en el corazón, una actitud interna de sumisión y agradecimiento. La meta de la adoración es, ni más ni menos, satisfacer y agradar a Dios.

Ayuda en la sala de guardia. (19 de Febrero 2011)

Hace poco, mi esposa Janet y yo aceptamos una invitación para cenar con una mujer creyente que asiste a nuestra clase de escuela dominical. En su anhelo de prepararnos una comida, se cortó profundamente el dedo índice. Mientras la llevábamos a la guardia del hospital, oramos por ella, y después nos quedamos a acompañarla en la sala de espera. Varias horas más tarde, nuestra amiga por fin vio al médico.
Cuando regresamos a su casa, nuestra anfitriona insistió en que nos quedáramos para compartir la comida que había preparado. Así fue que pasamos un hermoso momento charlando contentos y disfrutando de comunión espiritual. Mientras comíamos, ella nos contó sobre algunas situaciones tristes que había atravesado y cómo, en medio de esos vaivenes, había descubierto que la gracia de Dios llenó su vida.
Más tarde, mi esposa y yo reflexionábamos sobre el inesperado viaje al hospital y la comunión compartida que se había generado. Me vino a la mente este versículo: «Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo» (Gálatas 6:2). Al respaldar a nuestra anfitriona herida, ella fue bendecida. Posteriormente, ella misma se convirtió en una bendición para nosotros mediante su hospitalidad y su deliciosa comida.
En retrospectiva, veo que las experiencias dolorosas pueden ser una puerta maravillosa que abre paso a una comunión profunda, al sobrellevar los unos las cargas de los otros.

viernes, 18 de febrero de 2011

¿Sueños o decisiones?

He recibido muchísimos consejos buenos en mi vida. Casi en lo más alto de la lista, se encuentra esta sabia observación que hizo un amigo mío: «La vida no está hecha de los sueños que tienes, sino de las decisiones que tomas».
Tiene razón. Tu vida actual es la suma total de las decisiones que has tomado hasta este momento. El apóstol Pablo dio un consejo similar, en Filipenses 1:10, cuando dijo: «… que aprobéis lo mejor». En una situación determinada, tenemos un amplio rango de elecciones, que van desde decisiones realmente corruptas, pasando por la mediocridad de alternativas intermedias, siguiendo por opciones buenas, hasta llegar a aquellas que son excelentes. Dios desea que completemos el proceso, que pasemos por alto nuestros impulsos naturales y que alcancemos decisiones insuperables.
Con frecuencia, tomar una decisión excelente es un desafío; en especial, cuando no hay muchos otros que se unan a nosotros. A veces, puede parecer que estuvieran reprimiéndose nuestros deseos y libertades. Sin embargo, si sigues el consejo de Pablo, notarás algunos resultados ciertamente positivos, como ser puro, sin mancha y fructífero (v. 11).
Decide vivir una vida llena de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23). Y después, ¡deléitate en el resultado!

jueves, 17 de febrero de 2011

Cambio.

Investigaciones médicas han comprobado que, aunque a las personas a quienes se les han hecho bypass coronarios se les indica que deben modificar su estilo de vida y que, si no lo hacen, pueden morir, aproximadamente el noventa por ciento no cambia. En general, dos años después de la cirugía, los pacientes no han modificado sus hábitos. Parece ser que la mayoría prefiere morir que cambiar.
Así como los médicos predican un mensaje de transformación física para prevenir la muerte, Juan el Bautista vino a comunicar un mensaje espiritual de cambio. «… Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado» (Mateo 3:2). Estaba preparando el camino para la manifestación final del reino de Dios: Jesús, el Mesías.
Arrepentirse significa cambiar la manera de pensar sobre Dios y la actitud hacia Él, lo que, en definitiva, transforma los actos y las decisiones de una persona. Los que se arrepienten y aceptan la provisión de Cristo para el perdón de los pecados por medio de Su muerte se salvarán de la muerte espiritual (Juan 3:16). El arrepentimiento implica confesar el pecado, con una tristeza piadosa, y después abandonarlo. Juan el Bautista llamaba a la gente a dejar una forma de vivir para adoptar otra que honrara a Dios.
En la actualidad, el Señor sigue invitándonos a arrepentirnos y, después, responder con «frutos dignos de arrepentimiento» (Mateo 3:8).

miércoles, 16 de febrero de 2011

Tesoro enterrado.

Al haber crecido en la zona rural de Missouri, donde vivió el bandido norteamericano Jesse James (1847–1882), mis amigos y yo estábamos convencidos de que él había enterrado un tesoro cerca. Recorríamos los bosques soñando con encontrar una alforja o algún otro tesoro. Solíamos ver a un anciano que cortaba leña con un hacha enorme. Durante años, vimos que este misterioso «hachero» recorría penosamente las carreteras buscando latas de bebidas, su único tesoro. Después de cambiarlas por dinero, regresaba a su ruinosa casucha, sin techo y despintada, con una botella en una bolsa de papel marrón. Luego de su muerte, sus familiares encontraron fajos de dinero guardados en su destartalada casa.
Como el hachero que desconocía el tesoro que tenía, los creyentes, a veces, ignoramos partes de las Escrituras. Olvidamos que debemos utilizarla en su totalidad; que cada pasaje está incluido en el canon por un motivo. ¿Quién sabía que Levítico tiene un tesoro enterrado tan valioso? En siete eficaces versículos del capítulo 19, Dios nos enseña a proveer para los pobres y los desvalidos, sin quitarles la dignidad (vv. 9-10, 14); a manejar nuestros negocios con ética (vv. 11,13,15); y a respetar al Señor en nuestra vida cotidiana (v. 12).
Si tan solo unos versículos pueden contener un tesoro tan grande, piensa en todo lo que podría ser nuestro si buscáramos en la Biblia todos los días.

Calor y santidad.

¿Por qué mi cabello tarda tanto en secarse?, me preguntaba. Como de costumbre, estaba apurada y no quería salir con el pelo mojado en medio del clima invernal. Entonces, me di cuenta de lo que pasaba: para poner la temperatura del aire del secador de cabello como le gustaba a mi sobrina, lo había cambiado de «caliente» a «templado».
A menudo, me gustaría ser capaz de controlar las circunstancias de la vida con tanta facilidad como puedo cambiar el programa de mi secador de cabello. Elegiría una posición confortable: ni muy caliente ni muy frío. Con toda seguridad, no escogería ni el calor de la adversidad ni el fuego de la aflicción. Pero, en la esfera espiritual, con la tibieza no se consigue nada. Somos llamados a ser santos, y la santidad suele requerir «calor». Ser santo significa ser apartado para Dios; separado de todo lo inmundo o impuro. Para refinarnos y purificarnos, el Señor a veces usa el horno de la aflicción. El profeta Isaías dijo: «… Cuando pases por el fuego, no te quemarás…» (Isaías 43:2). No dijo: Si pasas. Y el apóstol Pedro señaló que las pruebas no deberían sorprendernos (1 Pedro 4:12).
Ninguno de nosotros sabe cuándo será llamado a caminar por el fuego ni cuán caliente estará el horno. No obstante, esto sí sabemos: El propósito de Dios al usar las llamas es purificarnos, no destruirnos.

lunes, 14 de febrero de 2011

Hacer amigos.

La página web de la red social Facebook se lanzó en 2004 como un medio para que los estudiantes de nivel terciario se comunicaran unos con otros por Internet. Ahora está disponible para personas de todas las edades, y, actualmente, se estima que tiene unos 400 millones de usuarios. Cada uno de ellos posee una página exclusiva con fotos y detalles personales, que pueden ser vistos por «amigos». Hacerse «amigo» de una persona significa abrirle la puerta para comunicarse y brindar información acerca de quién eres, adónde vas y qué haces. Las amistades en Facebook pueden ser ocasionales o profundas, pero todas ellas son «solo por invitación».
Justo antes de que Jesús fuera crucificado, dijo a Sus discípulos: «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer» (Juan 15:14-15).
La generosidad, la unidad de propósito y la confianza plena son distintivos de una amistad verdadera; especialmente, en nuestra relación con el Señor. Jesús tomó la iniciativa al dar Su vida por nosotros e invitarnos a conocerlo y a seguirlo.
¿Hemos aceptado la invitación del Señor Jesús para ser Sus amigos al abrir nuestro corazón sin guardarnos nada?

domingo, 13 de febrero de 2011

Exáltalo.

«Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones…» (Salmo 46:10). Las palabras de esta canción, interpretada hace mucho tiempo en el templo de Jerusalén, me recuerdan una de nuestras tareas principales: adorar a nuestro asombroso Dios.
Una manera de hacerlo es meditando en Sus numerosos atributos. Exalta a Dios porque Él es fiel, eterno, omnisciente, justo, inmutable, bondadoso, santo, misericordioso, paciente, imparcial e infinito. Nuestro Dios es perfecto.
Exalta también al Señor al darte cuenta de que Él es todopoderoso, altísimo, personal, recto, inenarrable, sabio, trino, accesible, autoexistente, glorioso y compasivo.
Otra forma de adorar a Dios es contemplando Sus nombres. Exalta a Dios porque Él es Creador, Amor, Redentor, Pastor, Salvador, Señor y Padre. Es Juez, Consolador, Maestro. Él es YO SOY. Nuestro Señor es el Poderoso.
Refúgiate en Su identidad. Dios es nuestro escudo, refugio, luz, fortaleza, sustentador, rescatador; nuestro castillo.
Medita en los atributos de Dios. Contempla Sus nombres. Refúgiate en Su identidad. Adóralo, respétalo, hónralo, ámalo, exáltalo. Utiliza el resto de tu vida como un período de preparación para adorar por la eternidad a nuestro asombroso Dios.

viernes, 11 de febrero de 2011

¿Debo Contarlo?

Jorge le estaba hablando del evangelio a Carolina. Le dijo que su pecado la separaba de un Dios santo y que Jesús había muerto y resucitado para salvarla. Carolina seguía poniendo la misma excusa para no creer: «Pero si lo recibo como Salvador, ¿voy a tener que contárselo a los demás? No quiero hacerlo». Decía que no encajaba con su personalidad, que no quería tener que hablarles a otros acerca de Jesús.
Jorge le explicó que, para recibir al Señor, no se requería prometer que uno iba a testificar de Él, pero también le dijo que, una vez que ella conociera a Jesús, se convertiría en Su embajadora ante el mundo (2 Corintios 5:20).
Después de conversar un rato más, Carolina reconoció su necesidad de que Cristo la salvara. Más tarde, se fue a su casa entusiasmada y en paz. Entonces, sucedió algo curioso: a las 24 horas de aceptar a Cristo, ya les había contado a tres personas sobre lo que Dios había hecho en su vida.
Al haber sido reconciliados con Dios por medio de Jesucristo, ahora tenemos el «ministerio de la reconciliación», según lo declara el apóstol Pablo (v. 18). Somos Sus embajadores y, por esta razón, le rogamos a la gente «en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios» (v. 20).
Cuando estamos agradecidos, queremos contar lo que Dios ha hecho.
                        

jueves, 10 de febrero de 2011

Ovación de pie.

Susan Boyle pasó la mayor parte de su vida viviendo con su gata Pebbles, cuidando a su madre anciana y cantando en la iglesia. Sin duda, no parecía una súper estrella de la música. Quizá por eso, la audiencia se reía de esta sencilla mujer de mediana edad, antes de que cantara en un programa de búsqueda de talentos. Sin inmutarse, Susan enfrentó a la antipática multitud, cantó maravillosamente y, como resultado, recibió una ovación del público en pie.
En la época de la iglesia primitiva, Esteban se enfrentó con una multitud hostil (Hechos 6–7). Un tribunal de líderes religiosos escuchó a los testigos falsos que lo acusaron de blasfemia (Hechos 6:13). Esteban respondió declarando la verdad de la Palabra de Dios, que reafirmaba su fe en Cristo. Al final de su discurso, dijo: «He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios» (7:56). Entonces, la multitud lo apedreó (v. 58). Jesús, que miraba desde el cielo, le dio la bienvenida a casa.
La mayoría de los creyentes no enfrenta tanta hostilidad. Sin embargo, todos necesitamos estar «firmes en el Señor» cuando aparecen las presiones (Filipenses 4:1). No podemos permitir que los demás acallen nuestra voz que habla de Cristo. Proclamar a Jesús no siempre obtiene el favor de las multitudes aquí en la tierra, pero sí asegura la aprobación del Señor en el cielo, donde es más importante.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Llanto y Gozo.

Durante su vida, Golda Meir supo de luchas y de victorias. Como Primera Ministra de Israel, experimentó muchos episodios conflictivos y de fracaso, como así también el gozo esporádico de éxitos y triunfos en la vida del incipiente Estado de Israel. Ella dijo acerca del gozo y la tristeza: «Los que no saben cómo llorar con todo el corazón, tampoco saben cómo reír».
El apóstol Pablo nos llamó a vivir una vida de llanto y también de gozo, pero con un giro inesperado. En Romanos 12:15, nos desafió a mirar más allá de nuestras circunstancias para ver las necesidades de los demás. Dijo: «Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran».
Si solo nos regocijamos en nuestras victorias personales, perdemos de vista lo maravilloso que es celebrar el poder de Dios, el cual desea llevar a cabo Sus propósitos en y a través de otras personas también. Si únicamente nos lamentamos de nuestras pérdidas, desperdiciamos la oportunidad de «estar allí», para demostrarles nuestra compasión a aquellos que sufren.
La vida está llena de situaciones de gozo y tristeza extremos, de victorias y derrotas, pero se nos ha concedido el privilegio de participar de esos momentos en la vida de otras personas, para ver la gracia de Dios en acción. ¡No te lo pierdas!

Ignorar la gracia. (31 de Enero)

En el agitado centro de una de las grandes ciudades de Asia, quedé maravillado ante las intensamente concurridas aceras. Parecía que no quedaba lugar para moverse en medio de la aglomeración humana. Sin embargo, también daba la impresión de que todos iban a la máxima velocidad.
Me llamó la atención el sonido suave, casi como un lamento, de un trompetista que ejecutaba «Sublime gracia». La multitud parecía ignorar tanto al músico como la melodía. Aun así, él seguía tocando y entregando un mensaje musical sobre el amor de Dios a cualquiera que conociera la canción y pensara en sus palabras mientras él la ejecutaba.
Pensé en esta situación como si fuera una parábola. La música parecía una invitación a las masas para que siguieran a Cristo. Como sucede con el mensaje del evangelio, algunos creen en la sublime gracia de Dios y deciden tomar el camino angosto. Otros la ignoran, lo cual alude al camino ancho que lleva a la destrucción eterna. Jesús dijo: «Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mateo 7:13-14).
Jesús murió para que «todo aquel» que invoque Su nombre (Romanos 10:13) encuentre perdón en Su gracia.