jueves, 28 de abril de 2011

Aborrecedores de Dios

Hace poco, escuché el audio de un libro de un militante defensor del ateísmo. Mientras el propio autor leía su obra con un sarcasmo y un desprecio maliciosos, esa actitud hizo que me preguntara por qué estaba tan enojado.
La Biblia nos dice que rechazar a Dios puede, en verdad, llevar a una actitud de más odio hacia Él: «Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para [convertirse en…] aborrecedores de Dios…» (Romanos 1:28-30).
Darle las espaldas a Dios no lleva a ser secularmente neutrales. En realidad, los militantes ateos del día de hoy han mostrado su deseo de quitar de la cultura toda referencia a un Creador.
Cuando oímos que los ateos tratan de sacar de la sociedad las cruces y los Diez Mandamientos, es fácil reaccionar a su odio a Dios odiándolos nosotros a ellos. Sin embargo, se nos exhorta a defender la verdad con una actitud de amor: «que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad» (2 Timoteo 2:25).
La próxima vez que veas las obras y oigas las palabras de alguien que odia a Dios, evalúa tu actitud. Después, pídele al Señor que te dé espíritu de humildad y ora para que el ofensor llegue al conocimiento de la verdad.

miércoles, 27 de abril de 2011

Galería de susurros. (27de Abril)

La catedral de San Pablo, con su cúpula, en Londres, presenta un interesante fenómeno arquitectónico llamado «la galería de los susurros». Una página web lo explica así: «Se le da este nombre porque una persona que susurra mientras mira hacia la pared de un lado puede ser claramente oída desde el otro extremo, ya que el sonido se traslada de manera perfecta a lo largo de la gran curva de la cúpula».
En otras palabras, tú y un amigo pueden sentarse en extremos opuestos de la gran catedral del arquitecto Sir Christopher Wren y mantener una conversación sin elevar la voz más que para hablar con susurros.
Aunque esta sea una característica fascinante de la catedral de San Pablo, también puede ser una advertencia para nosotros. Lo que decimos sobre los demás en secreto puede trasladarse con tanta facilidad como los susurros a través de esa galería. Y nuestros chismes no solo viajan a lo largo y a lo ancho, sino que suelen producir grandes daños en el camino.
Quizá por eso la Biblia con frecuencia nos desafía en cuanto a cómo usamos las palabras. El sabio rey Salomón escribió: «En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente» (Proverbios 10:19).
En vez de usar los susurros y los chismes que pueden causar daño y dolor sin sentido, sería mejor que nos controláramos y que guardáramos silencio.

miércoles, 13 de abril de 2011

Pan de masa fermentada (13 de Abril)

El pan de masa fermentada se popularizó durante la fiebre del oro, en California, a mediados del siglo xix. En la década de 1890, se convirtió en la comida favorita durante un gran movimiento similar en Alaska. Los buscadores de oro llevaban un trozo pequeño de esta mezcla fermentada que contenía una levadura natural. Entonces, podían usar una parte de la masa para hacer más de esos panes predilectos.
Sin embargo, en la Biblia, la levadura puede tener una connotación negativa. Por ejemplo, el Nuevo Testamento suele mencionar que la «levadura» tiene una influencia corrupta. Por eso, Jesús dijo: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía» (Lucas 12:1).
Los hipócritas se revisten de una cubierta de rectitud, mientras esconden pensamientos y conductas pecaminosos. Cristo advirtió a Sus discípulos, y también a nosotros, de que llegará el día en que los pecados secretos se expondrán por completo. Dijo: «… nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse» (v. 2). Por esta razón, debemos temer a Dios con reverencia; pedirle que, por Su gracia, perdone todo pecado; y crecer espiritualmente, para llegar a ser creyentes auténticos.
La levadura puede ser beneficiosa en la panadería, pero también nos recuerda que debemos resguardarnos de la penetrante influencia del pecado en nuestro corazón.

Atender a las señales. (12 Abril)

La carretera estaba tranquila y avanzábamos rápidamente mientras íbamos a la casa del papá de Jay, en Carolina del Sur. A medida que cruzábamos las montañas de Tennessee, empecé a ver carteles de desvíos. Como mi esposo no se detenía, supuse que no tenían que ver con nuestro recorrido. Poco después, antes de llegar a la frontera de Carolina del Norte, encontramos una señal que decía que, más adelante, la autopista estaba cerrada por un desmoronamiento. Teníamos que dar la vuelta. Jay se sorprendió y preguntó: «¿Por qué no pusieron ningún aviso?». «Había un montón —dije yo—, ¿no los viste?» «No —dijo él—, ¿por qué no me avisaste?» «Supuse que los habías visto», contesté. Ahora contamos esta historia a nuestros amigos, como algo cómico.
A lo largo de la historia, Dios proporcionó numerosos «carteles» para mostrar a las personas cómo vivir, pero no le hicieron caso. Cuando Él, finalmente, envió a Su Hijo como señal (Lucas 11:30), los líderes religiosos casi no prestaron atención a Sus advertencias. Para ellos, la vida era buena: eran reconocidos y respetados (v. 43), y no les gustaba que les dijeran que estaban equivocados (v. 45).
Nosotros podemos ser como ellos. Cuando nos va bien en la vida, tendemos a ignorar las advertencias que nos indican que debemos dar la vuelta y dejar nuestro andar pecaminoso. Es importante recordar que, aunque las cosas anden bien, quizá estemos equivocados.

lunes, 11 de abril de 2011

Síndrome del centavo. (11 de Marzo)

Se dice que el centavo es la unidad monetaria más despreciada de los Estados Unidos. Muchas personas, si ven un centavo tirado en el suelo, ni siquiera se molestan en levantarlo. No obstante, algunas organizaciones de caridad están descubriendo que estas monedas pueden alcanzar sumas significativas, y que los niños son dadores generosos. Como dijo un participante: «Pequeñas contribuciones pueden marcar una inmensa diferencia».
El relato bíblico sobre David y Goliat describe a una persona, aparentemente insignificante, cuya confianza en Dios era mayor que cualquier otro poder que estuviera a su alrededor. Cuando David se ofreció para enfrentar al gigante Goliat, el rey Saúl dijo: «No podrás tú ir contra aquel filisteo» (1 Samuel 17:33). Pero David tenía fe en el Señor, que lo había librado en el pasado (v. 37).
David no padecía del «síndrome del centavo»: un sentimiento de inferioridad y de desesperación al enfrentar problemas abrumadores. Si él hubiese prestado atención al pesimismo de Saúl o las amenazas de Goliat, no habría hecho nada. En cambio, actuó con coraje porque confiaba en Dios.
Es fácil sentirse como un centavo en medio de un déficit de dos millones de dólares. Pero, cuando obedecemos al Señor en cada circunstancia, todo suma. En forma colectiva, nuestros actos de fe, grandes o pequeños, marcan una gran diferencia. Y cada centavo cuenta.

Un oculto para siempre (10 de Marzo)

Dos jóvenes hermanos se sentaban en la primera fila de la iglesia todos los domingos y observaban a su papá mientras dirigía el culto de adoración. Una noche, después de mandarlos a acostarse, el padre oyó que uno de ellos lloraba. Le preguntó qué le pasaba, pero el muchachito no se atrevía a contestarle. Finalmente, confesó: «Papá, la Biblia dice que vamos a adorar a Dios en el cielo para siempre. ¡Es una cantidad de tiempo impresionante!». Como imaginaba que el cielo sería un período largo de adoración, con su papá dirigiendo en el frente, ¡el lugar le sonaba bastante aburrido!
Aunque a veces nos gustaría saber más acerca de cómo será el cielo, estamos seguros de esto: es imposible que aburrido sea la palabra correcta para describirlo. Veremos cosas bellas como nunca antes conocimos; entre ellas: «un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal» (Apocalipsis 22:1). Allí experimentaremos «la gloria de Dios», que iluminará el cielo (21:23; 22:5); y disfrutaremos de una vida sin dolor ni tristeza (21:4).
Sí, no hay duda de que adoraremos en el cielo. Personas «de todo linaje y lengua y pueblo y nación» (5:9) se regocijarán alabando a Jesús, el Cordero digno, que murió por nosotros y resucitó (5:12).
Nos deleitaremos en la gloria de la presencia de Dios… para siempre. ¡Pero nadie se aburrirá ni siquiera por un segundo!

Tiempo de chequeo (3 de Abril)

Todos los años me hago un chequeo físico: esa visita periódica al consultorio del médico, donde me revisan en profundidad y me hacen todo tipo de estudios. Es algo que puede fácilmente producirnos miedo o darnos ganas de huir. No estamos seguros de cuál será el resultado de los exámenes ni de qué dirán los médicos. Aun así, sabemos que necesitamos esta evaluación para determinar cómo estamos físicamente y qué hará falta a medida que avancemos.
En sentido espiritual, lo mismo sucede en la vida de un seguidor de Cristo. Es necesario que, de vez en cuando, hagamos una pausa y reflexionemos sobre la condición de nuestro corazón y de nuestro andar.
Un buen lugar para hacer un importante estudio personal es la Cena del Señor. Pablo les escribió a los corintios, entre los cuales había algunos que comían de manera indigna: “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa” (1 Corintios 11:28). Al recordar la muerte de Cristo por nosotros, la seriedad del momento puede darnos claridad de mente y una mayor comprensión, ya que, cuando consideramos el precio que Jesús pagó a nuestro favor, ese es el mejor momento para examinar el estado de nuestro corazón y de las relaciones interpersonales. Entonces, comprendiendo con honestidad nuestra condición espiritual, podemos acudir al Señor para pedirle la gracia que necesitamos para seguir adelante en Su nombre.
¿Es hora de que te hagas un chequeo?

Entrada válida. (31 de Marzo)

Durante un viaje para enseñar fuera de los Estados Unidos, a mi esposa y a mí nos negaron la entrada al país donde íbamos, debido a problemas con el visado. Aunque pensábamos que la nación que planeábamos visitar había otorgado correctamente los permisos, los consideraron nulos. A pesar de los esfuerzos de varios funcionarios del gobierno, no se pudo hacer nada. No nos dejaron entrar y nos ubicaron en el siguiente vuelo, de regreso a nuestro país. Ninguna intervención pudo modificar el hecho de carecer de la autorización adecuada para ingresar.
Esa experiencia en mi vida fue angustiante, pero no puede compararse en lo más mínimo con el definitivo rechazo a entrar. Me estoy refiriendo a aquellos que se presenten delante de Dios sin un pase válido para entrar en el cielo. ¿Qué pasaría si mostraran su registro de esfuerzos religiosos y de buenas obras? No sería suficiente. ¿Qué sucedería si presentaran referencias sobre su personalidad? No serviría. Una sola cosa puede darle a una persona el ingreso al cielo. Jesús dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6).
Cristo solo, por medio de Su muerte y resurrección, pagó el precio por nuestros pecados. Y Él es el único que puede darnos el pase autorizado a la presencia del Padre. ¿Has puesto tu fe en Jesús? Asegúrate de tener esta entrada válida para ingresar al cielo. .

Sírvelo hoy. (30 de Marzo)

Casi todos nosotros hemos querido tanto alguna cosa que, aunque sabíamos que estaba mal, no paramos hasta conseguirla. Después, nos sentimos apenados por nuestra tozudez espiritual y estupidez. Como consecuencia de haber desobedecido voluntariamente a Dios, podemos enojarnos con nosotros mismos, insensibilizarnos a causa de la culpa o resignarnos a padecer los resultados de nuestra necia equivocación. Sin embargo, hay otra opción.
Cuando los integrantes del pueblo de Israel insistían en tener un rey, a pesar de las advertencias del profeta Samuel (1 Samuel 8:4-9), Dios les permitió hacer lo que querían. Pero, cuando se dieron cuenta de los trágicos resultados de su decisión, le pidieron a Samuel que los ayudara y que orara por ellos (12:19). El profeta le dijo al pueblo: «No temáis; vosotros habéis hecho todo este mal; pero con todo eso no os apartéis de en pos de Jehová, sino servidle con todo vuestro corazón» (12:20).
No podemos desandar el ayer, pero sí actuar hoy para cambiar el mañana. Samuel prometió orar por ellos y enseñarles la manera correcta de proceder. Los instó a hacer lo siguiente: «Solamente temed a Jehová y servidle de verdad con todo vuestro corazón, pues considerad cuán grandes cosas ha hecho por vosotros» (v. 24).
Dios nos invita a servirlo hoy y a reconocer con humildad Su perdón y Su fidelidad.