No obstante, el mensaje que exhibe este antiguo fragmento es tan actual como el de un periódico de hoy. Dice: «Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría». El apóstol estaba enojado por la proliferación de ídolos en la antigua Atenas, y estoy convencido de que hoy se disgustaría con nosotros.
Algunos ídolos que vemos en la actualidad son distintos a los de la época de Pablo. Ya sea que se trate de riqueza, fama, poder, deportes, entretenimientos o política, estos ídolos contemporáneos abundan. Como siempre, nuestro enemigo espiritual, Satanás, busca seducirnos para que nos alejemos del Salvador y adoremos a dioses falsos. Los creyentes no son inmunes; por eso, debemos proteger nuestro corazón para no caer en la hipocresía de enojarnos con los incrédulos que parecen adorar cualquier cosa, menos a Dios.
Nosotros también debemos aferrarnos al amor del Señor para alcanzar a aquellos que no lo conocen. Luego, como los creyentes de Tesalónica, debemos volvernos «de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero» (1 Tesalonicenses 1:9).
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