lunes, 24 de enero de 2011

Sigue siendo cierto.

La Biblioteca Chester Beatty, en Dublín, Irlanda, tiene una amplia colección de fragmentos antiguos de la Biblia, que datan del siglo ii. Una de las muestras es una porción de Hechos 17:16.
No obstante, el mensaje que exhibe este antiguo fragmento es tan actual como el de un periódico de hoy. Dice: «Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría». El apóstol estaba enojado por la proliferación de ídolos en la antigua Atenas, y estoy convencido de que hoy se disgustaría con nosotros.
Algunos ídolos que vemos en la actualidad son distintos a los de la época de Pablo. Ya sea que se trate de riqueza, fama, poder, deportes, entretenimientos o política, estos ídolos contemporáneos abundan. Como siempre, nuestro enemigo espiritual, Satanás, busca seducirnos para que nos alejemos del Salvador y adoremos a dioses falsos. Los creyentes no son inmunes; por eso, debemos proteger nuestro corazón para no caer en la hipocresía de enojarnos con los incrédulos que parecen adorar cualquier cosa, menos a Dios.
Nosotros también debemos aferrarnos al amor del Señor para alcanzar a aquellos que no lo conocen. Luego, como los creyentes de Tesalónica, debemos volvernos «de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero» (1 Tesalonicenses 1:9).

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