martes, 1 de marzo de 2011

Un ramo de alabanza (27 de Febrero)

Corrie Ten Boom (1892–1983) fue sobreviviente de un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y una creyente en Cristo que se convirtió en conferenciante popular en todo el mundo. Miles de personas asistían a sus reuniones para oírla hablar sobre cómo había aprendido a perdonar a sus captores del mismo modo que Cristo le había perdonado a ella sus pecados.
Después de cada encuentro, las personas la rodeaban y la colmaban de elogios por sus cualidades piadosas y le daban gracias por estimularlas en su andar con el Señor. Corrie decía que, después, cuando regresaba a su habitación en el hotel, se arrodillaba y le entregaba esos elogios a Dios como agradecimiento. Lo denominaba darle a Dios «un ramo de alabanza».
El Señor nos ha dado dones a cada uno de nosotros para usar en el servicio a los demás (1 Pedro 4:10), de manera que, «en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos» (v. 11). No tenemos nada que ofrecer a los demás que no hayamos recibido primero del Señor (1 Corintios 4:7); por lo tanto, la gloria le pertenece a Él.
Para aprender sobre la humildad, quizá podríamos seguir el ejemplo de Corrie. Si nos elogian por algo que dijimos o hicimos, entreguemos, en forma privada, un ramo de alabanza a Dios por la gloria que Él solo merece.

Con esperanza (26 de Febrero)

Sixteen Tons [Dieciséis toneladas], escrita por Merle Travis y grabada por Tennessee Ernie Ford, se convirtió en la canción más popular de mediados de la década del cincuenta. La gente parecía identificarse con el lamento de este minero, que se sentía atrapado e incapaz de cambiar su situación, sin importar cuánto se esforzara. Los obreros de las minas de carbón solían vivir en casas de la compañía y se les pagaba con «bonos»: unos cupones que solo tenían validez en las tiendas que también pertenecían a la empresa. Aunque se lo citara para ir al cielo —decía el minero—, no podría hacerlo, porque le debía su alma a la tienda de la compañía.
Este sentimiento de desesperante resignación puede ayudarnos a entender cómo se sentía el pueblo hebreo durante sus 400 años de esclavitud en Egipto. Cuando Moisés les dijo que Dios había prometido liberarlos de la opresión, no le prestaron atención «a causa de la congoja de espíritu» (Éxodo 6:9). Estaban tan profundamente hundidos que no podían mirar hacia arriba.
Pero Dios hizo a su favor algo que ellos mismos no podían hacer. La liberación milagrosa que el Señor otorgó a Su pueblo simboliza Su intervención poderosa a nuestro favor por medio de Su Hijo Jesucristo. «Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos» (Romanos 5:6).
Cuando la vida está en su punto más bajo, todavía hay esperanza, por la maravillosa gracia de Dios.

viernes, 25 de febrero de 2011

Paz y reposo perfectos.

El salmista había visto «muchas angustias y males» (Salmo 71:20). No obstante, en el fondo de su mente abrigaba la idea de que Dios volvería a darle vida; que lo reviviría. Su planteamiento era el siguiente: «Tú, […], volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra [la tumba]. Aumentarás mi grandeza, y volverás a consolarme» (vv. 20-21). Si las angustias y los males no terminaban en esta vida, sin duda, acabarían en el cielo.
Este concepto —que algún día estaremos en la presencia de Dios y disfrutaremos de Él para siempre— corona muchos de los salmos y es una afirmación que ayuda a que desaparezcan las dificultades de la vida actual (ver Salmos 16, 17, 49, 73).
Quizá el Señor sea el único que conozca la angustia que has experimentado, pero no todo termina aquí. Un día, tu Padre aumentará tu grandeza: serás revestido de una gloria inefable. Él volverá a consolarte: Su presencia y Su amor te darán paz y reposo.
Richard Baxter escribe: «¡Oh, qué día bendito será cuando […] esté de pie en la orilla y mire hacia atrás, hacia los mares embravecidos que, a salvo, atravesé; cuando rememore mis angustias y tristezas, mis miedos y mis lágrimas, y me adueñe de la gloria que estaba al final de todo!».

Lo importante (24 de Febrero)

Hace varios años, un amigo mío visitó una exposición donde se exhibían restos del famoso y lamentable viaje del Titanic. A los asistentes, se les daba una réplica de un billete con el nombre real de un pasajero o de un tripulante que, décadas antes, se había embarcado en el viaje de su vida. Después de que el grupo recorrió la muestra, donde vieron piezas de vajilla de plata y otros artefactos, la visita terminó con un giro inolvidable.
En una pizarra grande, aparecían los nombres de todos los pasajeros, junto a la categoría en que viajaban: primera clase, segunda clase, tripulación. Cuando mi amigo buscó el nombre de la persona del boleto que él tenía, observó una raya a lo largo de la pizarra, que dividía los nombres. Encima de la línea se mencionaba a aquellos que se habían «salvado» y debajo, los «perdidos».
El paralelo con nuestra vida en esta tierra es profundo. En realidad, no importa para nada la categoría a la que perteneces en este mundo. Lo único que importa, en definitiva, es si has sido «salvado» o si estás «perdido». Como dijo Jesús: «Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?» (Mateo 16:26). Quizá ya has confiado en Cristo como tu Salvador, pero ¿qué sucede con tus compañeros de viaje? En vez de catalogarlos por cuestiones externas, háblales de su destino final.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Creación variada.

¿Alguna vez te has detenido a pensar en las características asombrosas que Dios puso en los animales que creó? Job sí; y el avestruz es uno de los más interesantes sobre los que escribió. A pesar de su aparente insensatez y sus excéntricas cualidades para la crianza, su descendencia sobrevive (39:13-16). Además, aunque pertenece a la familia de las aves, no vuela… pero puede ir más rápido que un caballo (v. 18).
Otra criatura notable es el escarabajo bombardero. Este insecto africano dispara dos elementos comunes desde dos reservorios que tiene atrás: peróxido de hidrógeno e hidroquinona. Separadas, estas sustancias son innocuas; juntas, enceguecen a los depredadores del escarabajo. ¡Una válvula especial, interna, mezcla los elementos químicos y le permite bombardear a su enemigo a una velocidad extraordinaria! Y este bichito puede girar su «cañón» para disparar en cualquier dirección.
¿A qué se debe que un avestruz bastante atolondrado sobreviva a pesar de su aparente incapacidad para cuidar su cría mientras que el escarabajo bombardero precisa una reacción química sofisticada para poder permanecer en la tierra? A las habilidades creativas de Dios, que no sabe de límites. «… él mandó, y fueron creados», nos dice el salmista (148:5). Desde el avestruz hasta el escarabajo, la obra creadora de Dios es evidente, para que todos la veamos. «Alaben el nombre de Jehová» (Salmo 148:13).

martes, 22 de febrero de 2011

Mayor compasión.

Conocí a mi esposa Marlene cuando estaba en la universidad. Yo me estaba especializando en tareas pastorales y ella estudiaba para obtener su título en educación en escuelas primarias. La primera vez que la vi trabajando con los niños, supe que tenía un talento natural para esa labor. Le encantaban los pequeños, y esto se hizo más evidente cuando nos casamos y tuvimos nuestros propios hijos. Verla con ellos era una lección de amor y aceptación incondicionales. Me quedó bien claro que no hay nada en el mundo que pueda compararse con el tierno amor y la compasión de una madre hacia su bebé recién nacido.
Esto es lo que hace tan notable el texto de Isaías 49:15. Aquí Dios le dice a Su pueblo que se sentía abandonado y olvidado (v. 14), que Su compasión era aun mayor que la de una madre: «¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti».
A veces, enfrentamos luchas en la vida y somos tentados a creer que el Señor se ha olvidado de nosotros. Incluso podemos llegar a creer que Él ya no nos ama. Pero el amor de Dios hacia nosotros es tan amplio como los brazos extendidos de Cristo en la cruz. Y la tierna compasión de nuestro Padre celestial es más confiable y duradera que el amor de una madre que cuida a su bebé. Consuélate con esta verdad: Su amor nunca falla.

lunes, 21 de febrero de 2011

Resolución.

En mayo de 1884, una joven pareja no se ponía de acuerdo sobre el segundo nombre que le pondrían a su hijo recién nacido. La mamá prefería Salomón; el papá, Shippe; ambos de familiares. Como John y Martha no coincidían, acordaron ponerle «S». Así, Harry S. Truman se convertiría en el único presidente de los Estados Unidos cuyo segundo nombre es una inicial.
Más de 120 años después, todavía se sabe sobre este conflicto, pero también, que llegaron a una solución razonable.
En el Nuevo Testamento, leemos sobre otro desacuerdo que trascendió en la historia. En este caso, fue entre dos misioneros cristianos: Pablo y Bernabé (Hechos 15). Bernabé quería llevar a Marcos con ellos en un viaje para visitar algunas iglesias a las que anteriormente habían ayudado (v. 37), pero Pablo no confiaba en él debido a un incidente previo (v. 38). El desacuerdo entre Pablo y Bernabé fue tan grave que cada uno se fue por su lado (v. 39).
Dos mil años más tarde, todavía leemos sobre esta discusión. Lo importante no es que ha trascendido en la historia, sino que no dejó daños permanentes en esa relación. Aparentemente, Pablo se reconcilió con Bernabé, y, en sus últimos días, le pidió a Marcos que se quedara con él, diciendo: «… porque me es útil para el ministerio» (2 Timoteo 4:11).
Discusiones hay, pero debemos asegurarnos de solucionarlas. Los rencores son cargas demasiado pesadas para llevar.